GREASE TOUR: Ramalama din don [Begoña del Teso]

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Nadie dijo que fuera un musical. De acuerdo. Por lo menos, nadie dijo que Grease Tour fuera la versión en vivo y directísimo de Grease, la película. De acuerdo. Pero podían haber unido las 26 canciones (26, incluida La bamba y un comienzo increíble teniendo como fondo el Love is a many splendour thing) con algo de más enjundia y sustancia que los consabidos gritos de «¿Aupa Donosti, quiero oíros decir Ramalama Ding Dong!». Cualquier cosa. Un pequeño texto. Una historieta. Un algo. Más que nada, para que supiéramos por qué de pronto se oye a Elvis y después salen unas animadoras de basket antes de que alguien cante Hopelessly devoted to you cuya traducción al castellano queda como entre cursi/cutre/cañí y chévere: En vano estoy colada por ti.

Nadie dijo que fuera un musical. Y si se puede ofrecer Fidelio y hasta Nabucco en versión concierto pues ¿por qué no van a salir de gira con 26 canciones todas seguidas, con decorado escaso tirando a inexistente y música grabada? Claro. Tiene su lógica. Al fin y al cabo, Grease Tour lleva funcionando tal que así por los teatros de este país y de los demás desde 1998. Con llenos absolutos. En la sesión de las 20.30 no cabía una criatura más. Y para la de las 22.30 de ayer (segunda función pergeñada a petición popular) ya había al atardecer 1.100 entradas vendidas.

Nadie dijo que no echaríamos de menos a Travolta y a Olivia y seguro que hubo 10 cambios de vestuario y 22 personas sobre el escenario. 22 curritos. 22 esforzados de la ruta de los shows. 22 currelas de la fama, esa que cuesta. Nadie dijo que fuéramos a oír puro rock and roll. Ni que la brillantina nos cegaría entre el polvillo mágico del pobre cañón de luz. No, nadie lo dijo. Pero todo debió, pudo, haber sido mejor.


Begoña del Teso
EL DIARIO VASCO, 28 de diciembre de 2007