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¡MENUDAS MONJAS!

Unas monjas que realizan una página web es algo que quizá no debería resultar demasiado chocante. Aunque sus textos no sean precisamente ortodoxos. En realidad, cuando reciben a CRONICA en la biblioteca del convento, junto a una foto enmarcada del nuevo Papa Ratzinger, todo parece de lo más convencional.


No llevan hábitos, pero van vestidas de forma conservadora. Viven en el centro de Barcelona, en la esquina entre Rosselló y Passeig de Gràcia, bastante a sus anchas. Son unas 20 en total y habitan cinco espaciosos pisos.Su congregación es la de las Dominicas de la Presentación.

Eso sí, entre ellas, las tres intrépidas creadoras de su espacio en Internet, ya se definen desde el primer momento como «mujeres modernas». Por las ventanas del convento, afirman, entran continuamente los aires frescos de la realidad, bien sea a través de sus puestos de trabajo fuera del cenobio, la vida del bullicioso barrio o Internet.

Porque desde hace cinco años, estas dinámicas monjas mantienen y miman su rincón en la red. El esfuerzo no es en vano, porque es todo un exitazo: www.mivocacion.com en la versión actualizada, o www.terra.es/personal4/dominicasbcn, en la anterior, ha recibido 27.000 visitas en su lustro de vida. Sólo en los últimos 12 meses, han contestado 1.000 e-mails. Pruebas indiscutibles de la resonancia obtenida. Eso sin contar las dos vocaciones religiosas en curso habidas en España y la docena sucedidas en Suramérica.

De ello están orgullosas sus tres promotoras: sor Gemma Morato, de 33 años; sor Conchi García y sor Ana Isabel Pérez, estas dos últimas de 27. Un trío de chicas jóvenes, universitarias, y muy risueñas que forman, vistos los resultados, un buen equipo. ¡Menudas monjas!

Sin duda, gran parte de la atención que ha recibido su página se debe a su lenguaje claro y directo. El visitante encuentra algunos que llaman la atención: «Esta página puede ser perjudicial para tu salud... espiritual». O, «¿Yo monja?... Ja, ja, ja».

Y es que las dominicas son pocas (unas 70 en toda España de un total de 3.000 en el mundo) pero combativas. Claro que ese carácter aguerrido les viene de Marie Poussepin, su fundadora, que ya tenía fama de revolucionaria hace tres siglos. Un talante liberal que fue, precisamente, el que sedujo a nuestras tres anfitrionas a la hora de escoger en qué congregación ingresaban.

En realidad, ellas mismas son las primeras sorprendidas porque los textos de su web puedan resultar chocantes. «Queríamos dirigirnos a los jóvenes y para ello necesitábamos un lenguaje que entendieran rápidamente». «Es una cuestión de desdramatizar», explica Conchi.Y añade: «Hemos recibido algún correo de chicas preocupadas porque no sabían si podían ser monjas por tener un tatuaje en el pie o algo por el estilo. El mensaje es que la vida religiosa es una posibilidad abierta para todo el mundo. La capacidad de redención es un concepto fundamental del Cristianismo. No nos hemos inventado nada».

Cuando decidieron lanzarse al ciberespacio, lo hicieron para no perder el tren de las nuevas tecnologías. Fue idea de Gemma, la más veterana, que lo entendió como una prolongación lógica de su trabajo en algunos medios de comunicación, concretamente Ràdio Estel, de la que fue subdirectora hasta hace pocos meses, y el semanario Catalunya Cristiana.

«Es importante dar a conocer el mensaje de Jesucristo», afirma.«El problema no es que los jóvenes no quieran acercarse a la Iglesia: lo demuestra continuamente el éxito de los encuentros con el Papa, sino que existen pocos mecanismos para llegar a ellos sin interferencias». Gemma opina que la prensa, por lo general, prefiere informar sólo de lo que le interesa sobre la Iglesia.

Cuando más disfrutan estas religiosas es a la hora de contestar las dudas suscitadas por e-mail. Reciben mensajes de todos los tipos y colores, desde simples curiosos hasta chicas que realmente están planteándose su vocación. En la inmensa mayoría de casos, el tono es educado y amistoso. «Más que recelo o un punto de vista negativo respecto a la vida religiosa, lo que hay es mucha ignorancia», explica Gemma. «La gente está muy confundida y nosotras intentamos resolver sus dudas», añade Conchi.

De momento hay dos chicas españolas, Ana y Sara, que están a punto de realizar los primeros votos tras haber visitado su página web, «aunque no hay ninguna prisa», dice Gemma. Está convencida de que nadie da ese paso hoy si no ha sentido antes con fuerza la llamada del Señor: «Antiguamente sí que quizás había gente que se metía en la vida religiosa por tener unos estudios o un plato en la mesa. Pero ahora la presión es más bien la contraria».Eso sí, las dominicas no han notado tanto el bajón como los seminarios porque, aseguran, «nunca fuimos muchas».

En Suramérica, las vocaciones se han acercado la docena. Isabel, Patricia, Susana, Erica o Guadalupe son algunos nombres de chicas que ya han hecho los primeros votos. «Nosotras les guiamos en los primeros pasos pero una vez vemos que la cosa va más en serio, las ponemos en contacto con nuestros centros de allí. Es lo bueno de tener implantación internacional».

Después, cuando entran en los conventos, se siguen escribiendo.Es algo, dicen, que les procura mucha alegría. En cualquier caso, la alegría es una tónica en su vida. Aunque saben que no han tomado una decisión fácil, no les importa. Conchi, sin ir más lejos, cuenta que para hacerse monja tuvo que lidiar con el estupor de sus amigas, que pensaban que se había vuelto loca, además de enfrentarse a la oposición de sus padres. 

Después, en la universidad, donde estudia Humanidades y Periodismo, se encuentra en muchas ocasiones con los recelos de sus compañeros: «Notas que evitan algunos temas por estar tú delante. Pero suele suceder que cuando hablas con ellos, te dicen: "¡Pero si eres normal!". Y piensas: "Pues claro, ¿qué pensabas?"».

En cualquier caso, ellas mismas lo advierten en su página web: «Si has decidido no ser una gigolá, real o encubierta, dedícate a encontrar y desarrollar tu verdadera vocación, lo que más te gusta, aquello para lo que de verdad vales. Vida difícil, incómoda: como toda vida vivida al servicio de un ideal».


Juan Sardà
EL MUNDO, 24 de julio de 2005

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