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Javier Elzo: «Los padres han dimitido de la tarea de educar en cuatro de cada diez familias» (EL CORREO)

Adolescentes que se ensañan con sus compañeros de clase; muchachos que agreden, hieren e incluso matan a adultos; peleas entre pandillas. Los medios de comunicación recogen con frecuencia creciente episodios de violencia protagonizada por menores. Las causas hay que buscarlas en el hogar, la escuela y el ambiente general de banalización de la violencia, explica en una entrevista concedida a este diario Javier Elzo, catedrático de Sociología en la Universidad de Deusto y sin duda uno de los grandes especialistas europeos en la materia.


- Estamos asistiendo a un fuerte aumento de la violencia juvenil. ¿Hay alguna situación histórica, alguna referencia de una etapa como ésta?

- Siempre tengo la duda de cuánta más violencia hay ahora que hace 30 ó 40 años. Se habla de un aumento espectacular, pero los datos de la Fiscalía hablan sólo de un ligero aumento, y los de la Fundación Encuentro reflejan un crecimiento sostenido, pero lento. Estamos, en cualquier caso, ante un fenómeno difícil de medir, porque influyen mucho las fuentes que se usen. Además, conviene no olvidar que quienes miden estas cosas son policías o jueces, no sociólogos ni estadísticos. A veces, incluso, lo que sucede es que se ponen más medios para perseguir esa violencia y se consiguen más detenciones, pero eso no significa que hayan crecido los delitos.


- Sin embargo, la percepción social y las frecuentes noticias sobre episodios de violencia apuntan hacia un crecimiento notable.

- Desde luego, hay más sensibilidad y preocupación por el tema. Yo creo que podemos hablar de tres cosas. Por una parte, hoy vivimos en un clima de banalización de la violencia, sobre todo a través de los medios de comunicación. En segundo lugar, también antes había mucha violencia entre los jóvenes, con algunos episodios que ahora nos echarían para atrás. Pero entonces había más distancia entre la violencia de ficción y la real. Hoy esa frontera ha saltado y para algunos jóvenes la violencia forma parte de su mundo cotidiano. Por último, es muy probable que hoy haya algo más de violencia, pero lo me parece seguro es que la que hay ahora es mucho más grave. El matonismo escolar no es nuevo, pero antes no llegaba a estos extremos. Hoy existe una violencia ordinaria, unida a un sentimiento lúdico llevado al extremo.


- ¿Qué razones explican ese aumento de la violencia o de su intensidad?

- Puede hablarse de varias causas: la primera es la dificultad para diferir al futuro lo que uno desea, sumada a la incapacidad para discernir lo correcto de lo incorrecto. Es la conjunción de la banalización de la violencia con el hecho de que los jóvenes crecen solos, sin que nadie les imponga límites, lo que lleva a esta situación. La familia está en un proceso de cambio vertiginoso y nos encontramos ante muchos hijos únicos en el seno de un hogar en el que la madre ha salido de casa sin que el padre haya entrado.


La familia, clave

- Es decir, que en la familia está buena parte de la clave del problema...

- Todos los investigadores sitúan en la nueva familia uno de los factores de eclosión de la violencia. Hay un 15% de familias en España con un clima de agresividad que puede llegar a derivar en violencia física. Y luego hay otro tipo de convivencia familiar que también propicia la violencia. Es lo que llamamos familia nominal: aquélla en la que los padres han dimitido de la tarea de educar. Estamos hablando de más de un 40% de familias, no es un fenómeno aislado. Aquí falla el control familiar y algunos muchachos terminan juntándose con jóvenes matones. Sin olvidar el problema de las drogas y el alcohol, claro.


- Los padres han dimitido de esa tarea, pero luego satisfacen todos los caprichos de los hijos. ¿Tiene consecuencias esa actitud?

- Hay un dato muy llamativo: está aumentando mucho el porcentaje de jóvenes que dicen que se justifica el suicidio. Eso ejemplifica su malestar. Su autoestima está cayendo en picado y ahora se ven peor que hace cinco años. Estamos ante los jóvenes que tienen más cosas y menos cariño. Esto hace que crezcan más indefensos. Han vivido entre algodones y no han sido armados ni psicológica ni éticamente contra la adversidad. Están en la lógica de hacer lo que les apetece en cada momento, con una total ausencia de normas de comportamiento. Eso tiene un efecto positivo: tenemos la juventud más autónoma que ha habido nunca. Y uno muy negativo: es la más frágil que ha habido nunca también. Una juventud que juzga algo correcto o no según le vaya bien o mal. Hemos pasado a gran velocidad de la moralidad del sufrimiento a la moral libertaria. Hemos perdido referentes religiosos y políticos y nos queda sólo el del disfrute.


- ¿Tienen el mismo fundamento la violencia de los muchachos entre ellos y la dirigida a los mayores?

- Hay un fondo común, pero los fundamentos son diferentes. La violencia en casa se dirige sobre todo contra las madres, y es más común cuando son solteras o han sido abandonadas. Otras veces, son muchachos que fracasan y se enfrentan a quien tienen más cerca. En el caso de los profesores, hay que tener en cuenta que la disciplina ha sido un concepto de capa caída. Se ha perdido la autoridad del profesor y lo que ha sucedido es que tienen miedo a sus alumnos. Me parece que hay un dato muy llamativo: la mala conciencia de los alumnos. Muchos de ellos, cuando se les pregunta, reconocen que tratan mal a sus padres y consideran que en la escuela tienen más libertad de la que deberían tener. Están pidiendo a gritos que les digan por dónde tienen que ir.


- ¿Conocen los padres el comportamiento violento de sus hijos fuera de casa?

- Hay una proporción muy grande de padres que no se entera de lo que sus hijos hacen fuera. Los chicos tienen lógicas distintas para cada situación. No es que haya doblez en ellos, es que no saben discernir. Por eso se acomodan a cada situación.


- ¿Por qué esos padres que se escandalizan con lo que pasa permiten a sus hijos ver en TV programas inadecuados y les compran videojuegos no aptos para su edad y que muestran gran violencia?

- Eso es propio de unos padres concretos en una sociedad concreta. En muchos países europeos no se pueden emitir por TV determinados programas antes de las nueve o las diez de la noche, como aquí. La diferencia es que fuera los chicos están en la cama a esas horas y aquí son muchísimos los que ven la TV a las once de la noche. La actitud de los padres aquí es la de la permisividad.


Medios e inmigración

-¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación?

- Se ha hecho mucha investigación sobre las correlaciones entre violencia en los medios y violencia real, sin llegar a ninguna conclusión clara. Ahora hay algunos estudiosos que empiezan a apuntar que el catastrofismo de los 'telediarios', la repetición constante de los hechos más terribles y el paso inmediato de esas noticias a otras ligeras es lo que crea la idea de la banalización de la violencia. Eso sería un factor potenciador de la misma, pero la banalización de la violencia en el fondo se relaciona con la banalización de todo. Programas como 'Crónicas Marcianas' (no es el único que lo hace, pero sí el más llamativo) crean un contexto de 'desresponsabilización', generan un caldo de cultivo en el que todo parece permitido. Eso hace un flaco favor.


- ¿Tiene algún efecto que un chico vea cómo su padre durante un partido de fútbol insulte al árbitro o lance expresiones racistas o amenazas contra algunos jugadores?

- Yo creo que es menos trascendente insultar al árbitro que llamar negro o sudaca a un futbolista, porque terminado el partido el árbitro deja de serlo, pero el extranjero o el negro lo es todo el tiempo. Si eso pasa una vez no tiene mayor trascendencia. Es como si un muchacho ve a su padre borracho un día. Si luego el padre habla con él, le explica que ha sido un error, no pasa nada. Ahora bien, cuando es habitual tiene su importancia porque eso distorsiona mucho la forma de ver las cosas en la infancia.


-¿Hay alguna relación entre la llegada de inmigrantes y el aumento de la violencia juvenil?, ¿se están creando bandas de tipo étnico?

-Sí, se están creando, y en Barcelona y Madrid ya las conocen. Pero ése es un problema básicamente policial. Hasta ahora hemos hablado de violencia instintiva, y las bandas son violencia organizada. Lo que está sucediendo en algunos suburbios de ciudades como París es que muchos muchachos inadaptados que ejercían una violencia instintiva están pasando a formar grupos de violencia organizada. Y esto puede empezar a suceder en España en cualquier momento.


-Lo que agravaría la situación...

-Es preciso encuadrar y dimensionar bien el tema. Por un lado, entre la población autóctona hay un porcentaje creciente de jóvenes xenófobos y racistas. Por otro lado, no hay que olvidar que están llegando a Europa jóvenes procedentes de culturas patriarcales, en las que la mujer está en un segundo plano, y se encuentran desarraigados y sin referencias en una gran ciudad. Estos muchachos ven que las chicas no les hacen caso y en algunos casos su actitud puede derivar en la agresión sexual. Eso no significa que todos los jóvenes inmigrantes sean agresores, por supuesto, ni que la agresión sexual sea solamente protagonizada por inmigrantes. Pero hay que ser conscientes del riesgo que supone la distancia cultural y el desarraigo social. El problema de la integración de los inmigrantes no se resuelve sólo con buenas palabras.


César Coca, Bilbao
EL CORREO, 19 de junio de 2005

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