La publicidad

Julia Otero ha vuelto con «Las cerezas» al horario de máxima audiencia. Lo hizo con Santiago Segura y Ricardo Bofill, hijo, como invitados centrales para hablar de cine, de la fama, de los síndromes de los cuarenta. Una conversación ligera con la presentadora espléndida, como siempre, pero con una novedad, anunciaba el minutado de los cortes publicitarios. Me pareció revolucionario. Me situaba ante un absurdo funcional: once minutos de corte, dan para mucho, hasta para engancharte a otro programa de la competencia que no tenga, también, esos once, doce o nueve minutos de corte publicitario.


Se ha superado aquella frase retórica de Julián Lago en «la máquina de la verdad»: «no me conteste hasta después de publicidad». No, ahora son más crueles, más incitadores a la cistitis, más obligatorios ya que advierte el presentador que la gran pregunta, el misterio más grande creado por los guionistas, solamente lo podrán descubrir «en medio de la publicidad». Es un buen truco que agradecen los anunciantes. Lo de Julia Otero, me pareció casi, casi como una denuncia. No sé explicarme mejor, pero si a la tercera vez debe decir, «este corte publicitario tiene solamente seis minutos», es un buen ejercicio de cinismo, porque ese solamente llevaba una carga de desesperación. Es imposible mantener un buen ritmo en la entrevista con estos cortes.

Este programa tiene un buen equipo actoral que últimamente va a afinando mucho en las parodias. El actor que interpreta a Zapatero lo hace genial, clavado, y cuando hace de Acebes también lo borda. Es la inagotable escuela catalana de parodistas televisivos que están copando el dial. Y entre publicidad y publicidad descubrimos a un nuevo comunicador televisivo, se llama Javier, es tetrapléjico, con una lesión superior a la de Ramón Sampedro, pero optó por la rehabilitación y la lucha, y va en una silla de ruedas pero utiliza su ordenador con los nudillos de la mano, y tiene un discurso realmente interesante. No está en contra de lo que hizo Sampedro, pero reclama la lucha, la vindicación, las posibilidades objetivas que debe procurar la sociedad para que su vida se pueda vivir. Y es ateo confeso. Le seguiremos.


Raimundo Fitero
GARA, 25 de marzo de 2005