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Pecados no tan capitales

Una reciente encuesta de la BBC ha puesto de manifiesto la evolución en las creencias de los católicos respecto al concepto de pecado y a la importancia de ciertas faltas -los pecados capitales- en la vida del hombre. Los sondeos efectuados en nuestro país muestran un profundo cambio de mentalidad, en una sociedad que propugna la culpa individual frente al concepto del mal cristiano.


«Se peca masivamente; con osadía, unas veces, y, otras, con displicente ligereza». La «apostasía silenciosa», de la que habla el Papa, comienza a ser realidad entre nosotros». Con estas palabras, el cardenal de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, quiso llamar hace unas semanas la atención ante un fenómeno que diversas encuestas y expertos subrayan: la pérdida del concepto de pecado.

Esta misma semana, la BBC hacía pública una encuesta en la que los británicos consideraban «desfasados» los pecados tradicionales, en especial los denominados «pecados capitales», de los cuales únicamente la codicia sobreviviría en el mundo de hoy. El sondeo subraya cómo la ira, la gula, la pereza, la envidia, el orgullo y la lujuria ya no son considerados como pecados que lleven a la condenación eterna, siendo reemplazados por la crueldad, el adulterio, el fanatismo y la deshonestidad.

Incluso algunos de ellos, como la lujuria, no es considerada siquiera una falta por la mayor parte de los encuestados. Completarían la lista de pecados capitales «modernos», según el citado sondeo, la hipocresía, la codicia y el egoísmo.


Conciencia del mal

En nuestro país, diversas encuestas también han reflejado la evolución en las creencias religiosas de los españoles, en especial de los más jóvenes, quienes si bien continúan creyendo mayoritariamente en Dios (69 por ciento, según el Estudio «Jóvenes 2000 y Religión», elaborado por la Fundación Santa María), apenas creen en la resurrección de los muertos (únicamente el 24 por ciento) o en la existencia del pecado (43 por ciento).

Como explica el sociólogo Juan González-Anleo, coordinador del citado estudio, «las mujeres se muestran más proclives a la creencia en el pecado», que «tiene una evidente connotación religiosa». Por su parte, Fernando Vidal, profesor de Sociología de la Universidad Pontificia de Comillas, destaca que «lo que se encuentra en el fondo de la cuestión es el tema del mal. Está en crisis la institución del mal como pecado, pero sí existe una gran conciencia de lo que es el mal, y experiencias radicales de este mal», que se hacen más patentes en momentos como el aniversario del descubrimiento de las atrocidades de Auschwitz.

¿Cuáles serían los pecados de hoy? Fernando Vidal no tiene ninguna duda. «Sería necesario un recambio de nombres. El problema es que venimos de una imaginería católica muy fuerte, y es complicado cambiar esas fórmulas. Pero está claro que la gula hoy podría ser el consumismo, o la violencia en lugar de la ira».

Pese a la fuerte secularización de la sociedad, «se sigue utilizando el concepto de pecado, pero ahora con un fuerte componente de culpa». En opinión del sociólogo, «mientras que el concepto de pecado tradicional, con su carga de mal, implicaba transformación, conversión, reconciliación..., la concepción de la culpa está hecha para el control de la gente, en la búsqueda de culpables».


Búsqueda de culpables

Además, el pecado hace referencia tanto a la dimensión personal como a las estructuras sociales, mientras que la culpa «siempre es de los demás, en lugar de ver el mal en nosotros mismos». «El pecado también implica el propio límite humano -subraya Fernando Vidal-. Originalmente, somos limitados, morimos, no sabemos cuál es la verdad absoluta... Pero vivimos en una sociedad en la que, aunque todo es relativo, se tiende a la pura absolutización. Al tratar de desprendernos de todo sentido de lo absoluto, el que se hace absoluto es uno mismo, y es incapaz de reconocer el mal absoluto, y el mal propio».


Moral sexual y control social

El profesor de la Pontificia de Comillas sí reconoce que «las doctrinas tradicionales sobre el pecado, sobre todo en cuanto a la moral sexual, no son capaces de conectar bien con el sentido común de la sociedad»,ue paradójicamente «es demasiado moralista en muchas cosas, con una excesiva idea de lo correcto». Por ejemplo: el adulterio, que «como pecado, apenas tiene trascendencia, pero se estima sobremanera la fidelidad como algo bueno», señala el sociólogo. En opinión de Fernando Vidal, «lo que sí se observa es una crítica del uso del pecado como control social, como una suerte de leyes de continencia que a menudo chocan con las leyes de libertad».

¿Es la Iglesia consciente de ello? Las últimas pastorales de algunos obispos, en especial el discurso pronunciado por Fernando Sebastián en el pasado Congreso de Apostolado Seglar, parecen indicar que sí. «Otra cosa es que sea fácil salir, porque la Iglesia está instalada en una imaginería tradicional, y acabar con ella generaría mucha confusión», subraya el profesor de Sociología.

Entretanto, en opinión de Vidal, «se aplica una cierta tolerancia», sobre todo en lo relacionado con las relaciones sexuales o el uso del preservativo, «salvo declaraciones excepcionales, que no son muy frecuentes y por eso se convierten en noticiosas».

El sociólogo sí reconoce que «en cuestiones relativas a la moral sexual, tal vez se incide demasiado en el concepto de pecado, lo que puede escandalizar. Pero en el resto de cuestiones, creo que la Iglesia tiene una conciencia moral de pecado superior a la cultura normal». Un ejemplo de ello fue la invasión de Irak, que fue calificada como «pecado contra la Humanidad» por el propio Juan Pablo II.


Jesús Bastante, Madrid
ABC, 12 de febrero de 2005

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