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Pasen y vean cómo mata la «coca».

IMÁGENES reales ilustran una feroz campaña antidroga: el cadáver de un bebé relleno de «polvo», una embarazada que expulsa un feto muerto, niños «zombies»... Las autoridades han elegido imágenes reales de sucesos relacionados con las drogas. Entre ellas destaca el pasaje del documental en el que aparece el cuerpo de un bebé de ocho meses que fue secuestrado por los narcos y asesinado para que su cuerpo, que fue vaciado por dentro, sirviera de recipiente donde ocultar hasta un kilo de heroína. Primera escena. Aeropuerto El Dorado de Bogotá. Una mujer lleva en brazos un bebé envuelto en una manta. Pasa ante el control de policía. Un agente observa algún movimiento sospechoso y le pide que le muestre al pequeño. Abre la manta y encuentra un cuerpo blanco, inmóvil. Segunda escena. Medicina Legal. Sobre una mesa de aluminio, un forense coloca un cadáver diminuto. Tiene cosido el abdomen con grandes puntadas. Con unas tijeras, corta el nudo y luego tira del resto del hilo con sumo cuidado, sin prisa, hasta dejar abierto el cuerpecito por completo. Con sus guantes de cirujano, va sacando bolsas de plástico hasta completar el kilo de heroína. Tercera escena. Pista del aeropuerto El Dorado. Una avioneta está rodando hacia la cabecera. Aparecen dos camionetas de la policía que le cierran el paso. Dos agentes suben por la escalerilla a bordo. Salen con un féretro. Cuarta escena. Medicina Legal. Sobre la mesa metálica y fría, dos forenses descubren el cuerpo desnudo, pálido, de una mujer joven que debió de ser bella. Está cubierto de costuras. Con unas tijeras, cortan poco a poco todos los hilos. La operación lleva unos minutos. Cuando logran separar la delgada capa de una carne moldeable, meten la mano en el tórax, en el abdomen, y van recogiendo las bolsas blancas escondidas. «Tres kilos de heroína básica. 600.000 momentos de efímero paraíso; 600.000 dosis de muerte», narra el locutor con un tono despreciativo. Para ese momento, un par de alumnas han abandonado bruscamente la sala. Otras miran fijamente al suelo o se tapan parcialmente la cara. La mayoría de sus compañeros, sin embargo, no puede retirar los ojos de la pantalla. El vídeo, de 20 minutos, sigue su recorrido macabro por «el viaje sin regreso», los caminos a los que lleva la adicción a las drogas. Aparece ahora en pantalla una mujer pariendo. Asoma una cabeza y el ginecólogo ayuda a sacar el resto. Otro cadáver.«Pudiste dar la vida pero has generado muerte», dice el locutor con voz de reproche. Las alumnas que han resistido la visión del bebé relleno de drogas, empiezan a palidecer. Aún les falta la parte que más impacta a las chicas, la que les hace meditar sobre la conveniencia de seguir fumando marihuana o ahorrando para meterse la primera raya de coca. Unos niños juegan en el patio de un colegio. Hay algo extraño en sus movimientos. La cámara se acerca. Tienen cuatro, cinco, seis años, pero casi ninguno camina; se arrastran sobre unas piernas y brazos deformes, y en lugar de sonrisas hacen muecas tristes. «Has preferido ignorar al ser que vivía en ti a cambio de unos gramos de drogas», vuelve a reprobar con aspereza la voz en off. Una adolescente embarazada, del grupo de alumnos que asisten a la charla y la exhibición del cortometraje, no aguanta más y llora. Luego confiesa que se ha fumado algún que otro porro y también ha probado la coca. ¿Nacerá el hijo que espera con las mismas malformaciones? Las imágenes cambian de escenario. Vuelta a un hospital. Una joven intenta zafarse de las enfermeras que la sujetan a una cama. Tiene una sonda por la nariz, otra por vía vaginal. Un médico controla el tratamiento de metadona contra la heroína.«Le crea una nueva dependencia; es una breve esperanza pero después vuelve la angustia, el dolor, el tormento. Una vida reducida al espectro de uno mismo. Imprime en tu memoria esas imágenes de dolor», sugiere el narrador. Los chicos confiesan luego que esa parte es la que les choca más, ese brutal tratamiento para nada, para regresar a cabalgar el caballo. El mayor Fajardo lleva media vida en la Policía luchando denodadamente contra las drogas. Le tocó vivir la explosión de media tonelada de dinamita que acabó con la vida de 72 personas y el edificio del DAS (Dirección Administrativa de Seguridad) de Bogotá, en las Navidades de 1989. Pablo Escobar, el capo por excelencia, el mayor exportador de coca del mundo, pretendió asesinar al director del DAS que le pisaba los talones y no le importó llevarse por delante a todo el que tuvo la desgracia de estar allí en aquel momento. Si a Fajardo las drogas siempre le parecieron una plaga, aquel brutal atentado le convenció de la justicia de su cruzada. Primero persiguiendo organizaciones criminales, luego en campañas educativas.Sabe que el documental que utilizan en la unidad de la Policía Nacional para prevenir el consumo de todo tipo de estupefacientes, realizado íntegramente con imágenes reales, es muy crudo, que puede causar rechazo y herir a las personas sensibles. Pero peores son las consecuencias del tráfico y consumo de drogas. «El bebé que vemos en el documental tenía ocho meses. Lo secuestraron y asesinaron para quitarle las vísceras y transportar heroína a Miami. Lo mismo hicieron con la joven. Es atroz e inhumano, ¿verdad? Los narcos no se detienen ante nada», dice con firmeza. Piensa que en los países occidentales e incluso en los barrios de clase media y alta de Bogotá, el consumidor no es consciente de lo que un traficante puede llegar a hacer con tal de llevarle la cocaína a su nariz; la de muertes que puede haber tras una raya que uno aspira en una elegante fiesta de Madrid o Nueva York. O en una rumba bogotana. «Antes existía el convencimiento en Colombia de que la droga que producimos era sólo para el exterior, que acá nadie metía. Ahora las autoridades admiten que somos uno de los principales consumidores porque los traficantes vieron que aquí había un buen mercado y menos riesgos para abastecerlo», explica Augusto Pérez Gómez, director del programa Rumbos de la Presidencia que combate la drogadicción. Los datos oficiales hablan de que en Colombia el 17% de los jóvenes consume drogas; de ellos, el 45% tiene entre 10 y 14 años. Hace cuatro años surgieron las primeras campañas para sensibilizar a la población. Combinaron la publicidad en medios masivos con las conferencias en colegios y universidades. La polémica, como la surgida recientemente en Gran Bretaña a raíz de la divulgación de la vida y muerte de Rachel, también llegó a este país sudamericano, pero sólo entre los expertos. VIAJE SIN RETORNO. Unos, como Pérez Gómez, consideran contraproducente proyectar los 20 minutos de resumen del documental de tres horas (Drogas, un viaje sin retorno) por su tremenda crudeza. Sin embargo, reconocen que entre determinados públicos puede provocar la reacción de rechazo que se pretende. Para éstos, ninguna campaña sola logrará que alguien ya iniciado abandone las drogas. Incluso Pérez Gómez piensa que nada que se haga para públicos mayores de 20 años tiene sentido, porque casi todos los chicos se inician antes. El mayor Fajardo explica que la coca, el basuco (derivado de la cocaína) o la marihuana son tan baratas que no están limitadas a clases altas, como en otros países occidentales.Incluso los narcos la introducen entre los jóvenes impregnando los cromos y calcomanías con coca, dando muestras gratis o con tartas de marihuana, una moda que se ha impuesto entre los jóvenes estudiantes. La clave es saber cómo abrir los ojos de los adolescentes que desconectan en cuanto intuyen que alguien les va a largar un sermón contra un consumo que ellos no sienten tan dañino como los mayores. Un documental tan impactante puede ser una de las respuestas, tal vez no para los que ya están enganchados, sino para los consumidores ocasionales más jóvenes. «Nosotros lo exhibimos sólo a muchachos mayores de 17 años, a veces con sus padres, con el visto bueno del centro educativo», dice el mayor Fajardo. «A las mujeres les impresionan las imágenes relacionadas con los niños. A los hombres, sobre todo las del tratamiento», añade. Lo que está claro es que nadie las olvida.«Si ésta película sirviera para que una sola persona dejara el vicio de las drogas, ya habría merecido la pena». COLOMBIA | VÍDEOS «EDUCATIVOS».
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